domingo, 25 de febrero de 2007

BANDoNEóN PERDIDO

Hay que tener paciencia, el tango cae sobre uno sin pedir permiso, viene solo cuando nadie lo llama. A pesar de haber escuchado tangos desde chica, cuando mi papá cantaba en el patio, sólo los entendí cuando crecí, pensaba que mi viejo además de ser un aburrido era un exagerado, quizás porque no podía comprender esa pasión que ponía en cada una de las estrofas, en cada patada sorda que le pegaba al piso. Ahora lo entiendo, ahora yo también pateo, yo también hago ese ademán con la mano cuando rozo mi pelo sin querer y con bronca tiro todo para atrás. Ahora lo busco, busco el tango y comparto con el recuerdo de mi padre ese significado tan privado. Y lo voy a buscar a Lo de Roberto, ese viejo almacén del siglo pasado donde vive esa pasión, esas voces de vino y cigarrillo que hacen temblar las paredes. Y ahí pasa de todo, nos juntamos hombres y mujeres de distintas generaciones y de distintos países, y nos sentamos en esa mesa redonda parecida a la del comedor de mi abuela, cada uno en un banquito o silla que encuentre por ahí. Y después de habernos mirado, ya entrada la madrugada y con unos tintos encima, hacemos lo que vamos a hacer, nos metemos para adentro, miramos fijo y encontramos esa pasión dolorosa que fuimos a buscar.

sábado, 24 de febrero de 2007