Todos los años, después de soplar las velas de la torta, Beatriz nos explicaba que su padre la había anotado el día cuatro. Pero ella y Aída, su melliza, habían nacido el tres a la madrugada. Lo que significaba que para todos los que estuvimos presentes en tantos cumpleaños, Beatriz había nacido el 4 de abril, pero lo festejábamos el 3. Y de común acuerdo.
Murió el 14 de mayo. Nos hizo reír con sus palabras mal pronunciadas y con sus ideas díscolas, pero sin duda, dejaba ver a una persona inteligente y sobre todo muy moderna. Tenía 82 años y esa edad no le impedía escuchar Metallica o Led Zeppelin, por ejemplo. “Esos chicos tienen ritmo, se oyen armónicos” decía, y después, sin ningún problema sacaba ese CD y ponía uno de Luis Miguel. De ella aprendí a vencer muchos prejuicios.
Cantaba a capela y cuando era muy joven grabó un disco, la conoció a Libertad Lamarque. Pero su padre, mi abuelo Jesús, frustró su carrera de cantante cuando no la dejó ir más a grabar ni a tomar clases sentenciando que las mujeres que se dedicaban a eso eran putas. Fue una victima más de la cultura de su tiempo.
Según me contaba, ella y su melliza crecieron entre algodones, ya que eran las menores de ocho hermanos y fueron las que menos sufrieron las inclemencias de la pobreza, de los malos momentos, del accidente del abuelo, de los años que la abuela estuvo sola en el campo criando tantos hijos. Como decía mi viejo, su mamá hacía un guiso con cincuenta guitas.
Me encanta escuchar historias, y más si corresponden a mis generaciones anteriores, y más si compartimos códigos genéticos. El primer novio de mi tía fue el inolvidable Sigfrido, su nombre ayudó a ocupar esa condición. Pero se casó con Carlos y se ponía colorada cuando me contaba una y otra vez que en la noche de bodas tapó el velador con su camisón y de pura suerte no murieron incendiados. Tuvieron dos hijos, el varón le dio tres nietos y la nena le dio uno. Carlos no llegó a conocerlos. Todos acordamos que fue una lástima que esos chicos no hayan tenido un abuelo tan divertido. Una persona que le pone Calacho como nombre a su gato, tiene algo especial.
Vivíamos todos juntos en un PH, por eso prácticamente me crié con ellos, y los recuerdos de mi infancia son muy claros y definitorios. Mi tía fue la que me llevó a ver “La guerra de las Galaxias”, “El imperio contraataca” y “El regreso del Jedi”, éramos fanáticas. También fuimos al estreno de “Camila” y a la salida tuvimos que tomarnos un taxi porque estábamos desfiguradas de tanto llorar.
Beatriz era romántica, ingenua y mantenía intactas algunas ilusiones que hacían que pareciera que no había crecido en ciertos aspectos. Un privilegio. Yo tengo guardado mucho de Beatriz, por eso todos decían que parecía más su hija que su sobrina. Ella fue valiente y pudo vivir con sus debilidades a flor de piel. Yo no. Pero sigo aprendiendo. Aprendo a disfrutar cada momento, como hizo ella.
Cuando pongo música y canto como una loca como si estuviera en el Luna miro para un costado y Beatriz está conmigo. Nadie canta como vos “El día que me quieras”.
Sin haberlo planeado nunca, mi familia practica un ritual terapéutico los días de fiestas navideñas y de fin de año. Como una tribu, nos juntamos a hablar de los muertos y nos contamos las historias de generación en generación. Y lo hacemos con alegría, nos divertimos mucho. Eso hace que los más jovenes sepan las historias que llevan en su sangre. Historias que hacen que sean lo que son. Este fin de año vamos a hablar de la tía Beatriz.
Te extraño.